Tiempo para más cuentos nos plantea la complicada tesitura a la que, por desgracia, se tienen que enfrentar también algunos de nuestros pequeños: la enfermedad de uno de sus padres, en esta ocasión, el cáncer.
Valentina y Manuela viven, como tantos otros niños, con sus felices papás, a la carrera siempre por las prisas de llegar a tiempo a la escuela, a la oficina, hacer los deberes… Pero de pronto, un día todo cambia: las niñas deben irse a vivir a casa de sus tíos mientras que papá y mamá se trasladan al hospital por una temporada. Ellas no entienden qué está ocurriendo hasta que pasadas unas semanas sus tíos les dicen que ya pueden volver a casa. Allí les están esperando papá con cara de agotamiento y, una mamá muy extraña, mucho más delgada y con un pañuelo atado a la cabeza que hace pensar que su preciosa melena ha desaparecido.
Al principio no se atreven a acercarse, pero pronto se dejan abrazar por ella y pueden reconocer que mamá sigue siendo la misma, con su olor a primavera y su preciosa sonrisa. De todo podemos extraer consecuencias positivas: lo importante es que la familia vuelve a estar en casa pero sin las prisas y agobios de antaño. Y ahora mamá tendrá más tiempo para jugar con ellas y leerles millones de cuentos en el sofá.
Muy alejado de cualquier enfoque dramático, este cuento nos plantea una manera de «ver la botella medio llena»: en la vida todo son etapas. Y con la enfermedad podemos aprender verdades tan rotundas como que el tiempo con nuestra gente es lo más valioso del mundo, o que el alma de una persona se prende de cosas tan poco tangibles como un olor o una sonrisa.