FRANCISCO GARCÍA PÉREZ : Retratos ilustrados, ilustraciones relatadas.
Las historias de niños de Pepe Montéserín junto a Nietzsche y Proust en viñetas.
Diario La Nueva España, 21 junio 2012
Pues lo que son las cosas: toda una vida creyendo que era progreso y lo que debía hacer un hombre de verdad era pasar de las viñetas de los tebeos infantiles a La crítica de la razón pura, y resultó mentira. Ahora, me descubro entregado a la historia de un papá vago y torpón para la cosa casera, vago y torpón, encima, para contar cuentos (y ceso aquí de narrar cómo continúa El papá que no sabía contar cuentos por miedo a ser más extensa la reseña que el propio texto del gran Pepe Monteserín) con las tan perturbadoras como fantásticas ilustraciones de Miguel Tanco, a la vez (optativo) que veo el cuento en Youtube con esa delicia del segundo movimiento de American que Dvorák compuso para cuarteto de cuerda. Dándose una vuelta por la reciente web de Monteserín, se ve que la cosa de escribir cuentos para que alguien los ilustre o ilustrar con palabras los trazos de un dibujante se remonta al año 2002, cuando Luna de Abajo editó Caperucita y el lobo, con los consiguientes premios y con la muy consecuente incorrección política viniendo el asunto de quien viene. Tres años después, la Academia de la Llingua le sacó Ensin párpagos, que acabó siendo llevada a las tablas y ni que decir tiene que premiada. Una postal de veinte páginas titulada Hola papá vio la luz en 2006, y, tras un paréntesis de cinco años, salió Casualidad, de la que aquí me cupo escribir y que acabó por resultar ganadora de la lV Edición de los premios «CJ Picture Book Award», un poco lejos de aquí: en Seúl, Corea. Lo que no sabría decir es si, en realidad, Pepe Monteserín no ha hecho otra cosa con su ya extensa obra que contarnos siempre historias llamadas de niños, si por tal entendemos aquellas en las que todo es al revés respecto del modo que ordenan los cánones, historias en las que todo es no ya según el color del cristal con que se mira, sino que ni siquiera el color del cristal con que se mira es el que nos dicen que es. Ese pasito más allá que nosotros es el que siempre da Monteserín: imagínatelo, cuéntalo; hazlo. Tres verdades distintas o una sola verdad progresiva. Nada que ver lo dicho con las viñetas en las que se recrea con trazo muy duro la vida de trazo muy duro de Nietzsche. El joven (1985) diseñador parisino Le Roy no nos ahorra ni las espeluznantes pesadillas del filósofo alemán, ni su lento camino hacia la locura tras atravesar un oasis de tan incomprendida coino atormentada lucidez. El libro, largo: denso (¡y es de viñetas !), no nos ahorra la voz de un filósofo y, digamos, periodista como Onfray, que no pierde ocasión para engolarse lo que puede. Un cursillo rápido, acelerado (mucho) y pretencioso (bastante) sobre Nietzsche, vaya: muy bueno para iniciarse acaso en él. Lo publica la benemérita editorial Sexto Piso, que aprovecha también para relajarnos con la adaptación viñetera de un Proust suave, en su Balbec (¿debería decir Cabourg ahora o debería haberlo hecho antes?) y en busca de muchachas en flor, agradabilísimo, tierno, tan bien enfocado que quizá peque, si peca, de que se nota muy mucho lo que al señor Heuet le gusta Proust, porque da por sabidas cosas que sólo un entregado lector proustiano podría saber. Ya lo dije: no consigo encontrar en mi biblioteca La fenomenología del espíritu y tengo a mi lado tres libros ilustrados.
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– artículo sobre la presentación publicado por la Revista Biblioasturias
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Pepe Monteserín / Miguel Tanco
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