Pintar-Pintar

Pepe Monteserín en la presentación del álbum «El pá que nun sabía cuntar cuentos» / «El papá que no sabía contar cuentos»

Presentación del álbum ilustrado:
El pá que nun sabía cuntar cuentos El papá que no sabía contar cuentos
Miércoles 13 de junio a las 19.00 h. Librería Cervantes, Oviedo. 
Intervienen: Pepe Monteserín, Paco Abril y Ángela Sánchez.

Pepe Monteserín

Buenas tardes, Cuando termino una novela por primera vez, porque hay novelas que termino dieciséis veces, entrego el original a algún amigo del gremio con la falsa intención de recabar sus críticas, aunque lo que en verdad espero es que me diga que la obra está planchada. Y viceversa, cuando alguien me deja su obra, pretende que yo encuentre las palabras adecuadas para convencer al público y a él mismo de que escribió una obra maestra. Estos piropos entre adultos hay que ponerlos en entredicho: decimos que nos gustó un libro porque no entendimos una papa, para evitar que nos tomen por ignorantes, o porque ni siquiera lo leímos, o decimos una mentira piadosa por ahorrarnos discusiones; y, a veces, sabemos que el libro es muy mejorable, pero no queremos que nuestro amigo lo mejore.

Así publiqué yo unas treinta obras inmejorables, avaladas por mis amigos, que son de lo que no hay. Pero el álbum que traemos aquí es el primero que escribí con el propósito de que también pudieran entenderlo los niños. Digamos que amplié mi nicho; mi nicho de mercado. Por eso pasé también el cuento a varios niños insobornables, valga la redundancia, porque los niños desconocen el arte del disimulo; con ellos afiné el cuento hasta conseguir que otros lo leyeran de un tirón y sin bostezar.

El papá que no sabía contar cuentos lleva el visto bueno de diez niños, acreditado ante notario: Adrián y Carla, una pareja que tenía entre 0 y 5 años; David y otra Carla, entre 6 y 8 años; Nerea y otro David, entre 9 y 11; Alba y otro Adrián, entre 12 y 14, y otro Adrián y Andrea, entre 15 y 18. También le gustó a mi madre, Luisa, que tiene 92, aunque no los aparenta, y estoy seguro de que le hubiera gustado a mi padre, Luis, que sigue teniendo 86.

Así, El papá que no sabía contar cuentos, con una edición en asturiano y otra en castellano, va dirigido a todas las edades. El título tiene algo de autobiográfico, pero debo deciros que una cosa es contar cuentos por escrito, y otra interpretarlos; es un trabajo distinto y yo soy escritor, no actor. Yo invento los cuentos para que los interprete otra persona.

A mi presentador, Paco Abril, le gustaron muchísimo estas ediciones, el formato y la ilustración, no tanto el cuento, aunque lo haya omitido aquí porque es una persona muy cortés y un magnífico actor. Me decía Paco, inter nos, que el relato le parece blando, que echa de menos algo fuerte, un “¡de repente…!”. Me decía que los niños, al menos sus Adrián y Andrea, Carla y Nerea, Alba y David, precisan un meneo de envergadura, un “¡de repente…!”. Y tiene razón; en este cuento que hoy presentamos no existe un “¡de repente…!”; pero suceden cosas, y cosas muy importantes. Es cierto que los acontecimientos sobrevienen con suavidad, sin una irrupción brusca, sin un giro repentino que sobresalte o encoja el corazón de los niños; de hecho, incluso los personajillos de mi relato se hacen mayores poco a poco, y mira que el cuento es breve. Aquí no hay susto ni muerte. Pero, aunque falte un “¡de repente…!”, barrunto que un tiempo después de haberlo leído, los Adrián y Andrea, Carla y Nerea, Alba y David de turno, caerán en la cuenta de lo que ocurrió entre mis personajillos y su padre, un padre que no era un héroe ni un ser extraordinario; barrunto que cuando esos pequeños lectores crezcan y se percaten de que ese padre quería mucho a sus criaturitas, aunque no supiera contar cuentos, se les pondrá la piel de gallina y, ¡de repente!, despertarán sobresaltados a mitad de la noche, para llamarlo.

De niños, esperamos que nuestros seres queridos se comporten como dioses, lo esperamos especialmente de nuestros padres. Pero, por desgracia, no somos dioses. Todos somos humanos, trágicamente humanos. Quizá los Adrián y Andrea, Carla y Nerea, Alba y David, necesiten que su padre les lea cuentos, pero no debemos olvidar que también nosotros, los padres, necesitamos que nuestros hijos nos lean cuentos cuando vamos a dormir.

Para el adulto, más allá de la lectura superficial o ingenua, también hay en mi cuento otras lecturas y verdades ocultas, y no siempre ha de ser el autor el que las descubra, ni siquiera el que las haya escrito adrede; hay claves que pueden existir con independencia de mi voluntad explícita, porque mi trabajo consiste, sin necesidad de demasiadas reflexiones, en crear un espacio de adivinación y de hallazgo, para que lo ocupen lectores más listos que yo.

No obstante, después de terminar dieciséis veces mi cuento, vengo con una oferta: si alguna persona compra este álbum y a sus Adrián y Andrea, Carla y Nerea, Alba y David no les gusta, puede devolverlo. Puede devolverlo, y espero que la editorial Pintar-Pintar suscriba esta oferta y nos apoyen libreros y distribuidores. Insisto, si alguien compra el cuento y a su hijo le aburre o lo deja a la mitad, puede y debe devolverlo inmediatamente. Me refiero, claro está, que puede y debe devolver a su hijo; a Adrián y a Andrea, a Carla y a Nerea, a Alba y a David.

Muchas gracias por vuestra atención,

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Leer artículo sobre la presentación publicado por la Revista Biblioasturias

Reseña en el BLOG SOÑANDO CUENTOS

Pepe Monteserín / Miguel Tanco
ISBN asturiano: 9788492964383
ISBN castellano: 9788492964475

2 respuestas »

  1. Desde esa presentacion quie si tiene algún «de repente» ya se adivina que las Andreas,Davides y demas pequeñas hierbas no se van a aburrir.Yo adulto veré que veo

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